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El "regalo de poder" del Vampiro
El Vampiro no es un ser libre. Es un ser que vive en la ilusión, que
cree que obra por cuenta propia y por su propio interés, mientras que en
realidad obra por cuenta de las fuerzas del la Nada, o, para quien tiene
una visión religiosa de las cosas, por cuenta de las fuerzas del Mal. Y
por ello está sujeto a reglas férreas: al robar energía debe dar a
cambio a su víctima algo que le dé la impresión de recibir una
compensación, algo que, a su pesar, haga que, de alguna manera, consienta
este acto. Se trata naturalmente de un "regalo de poder", que
puede ser por ejemplo la atención o la complicidad de su mismo predador,
el olvido anestésico de hacer frente a hechos dolorosos, la adquisición
de la capacidad de mentir sin vergüenza o hacer ver algo a los demás,
una ilusoria seguridad que permite superar el miedo, el ansia y el pánico
en las diferentes situaciones de la vida.
Es por eso muy importante intentar ver que regalos adquirimos nosotros
personalmente, cuando dejamos que los Vampiros nos roben la energía, ya
que al aceptar estos regalos nos adherimos deliberadamente a su mundo,
transformándonos en dadores de energía vital en beneficio de la Nada.
Por otra parte, la capacidad de ver con claridad cuales son los regalos
que cada vez recibimos, nos abre la posibilidad de resistir su sugestión
y rechazarla, reduciendo el radio de acción del Vampiro.

La guerra del Vampiro contra el inocente / poderoso
La enorme difusión del fenómeno vampírico tiene como consecuencia la
manera con la que cada uno de nosotros se adhiere, en mayor o menor medida
según su historia personal, a este mecanismo. La vida estresada y
mecánica de este lapso de tiempo histórico se resuelve en un incesante
tentativo de sustracción recíproca de energía, sin que nadie, víctima
o verdugo, sea verdaderamente consciente.
Cuando, conscientemente o de modo instintivo, alguien se sustrae a este
mecanismo, negando su adhesión a las solicitudes de complicidad, a los
acercamientos amistosos y a los "ya nos hemos entendido" con los
que el Vampiro ata a sus víctimas, cuando alguien no se muestra dispuesto
a dejarse robar energía y robarla a los otros, se le califica
inmediatamente de ser "ajeno": no es como los otros, es
diferente, es "extraño"; se le señala con el dedo, a veces
como a un idiota con tendencias autodestructivas o, al contrario, como un
astuto e sagaz tejedor de tramas ocultas, … en cualquier caso, una
persona a la que es mejor aislar.
Esa persona se ha atrevido a contravenir las leyes del Vampiro,
proponiendo una figura del inocente / poderoso. Esto hace que el Vampiro
grite por lo que considera una herejía, ya que según él el mundo está
dividido en dos razas: o se es inocente (presas/víctimas) o se es
poderoso (predadores/Vampiros). Los primeros deberán servir de comida y
los segundos dominar. Esta es la ley del Vampiro. Esta es la ley que el
Centro AntiVampiros propone que no sea aceptada.
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