Las modalidades de apropiación de la energía van desde la negación
del saludo, de una sonrisa, de cualquier atención, de la respuesta a una
pregunta, del reconocimiento de un mérito hasta la violencia psicológica
y la privación de la libertad de pensar, e incluso de vivir. Tomamos el
ejemplo más banal, el del saludo, descrito, además, en el relato
de Mario Corte El Administrador, que se puede encontrar en la página
97 del libro Vampiros
energéticos.
¿Cuántas veces nos ha pasado que nos hemos encontrado con una persona
que conocemos superficialmente pero que seguramente se acuerda de nosotros,
a la que hemos saludado y de la que hemos recibido a cambio un sombrío
silencio? Nos invade enseguida la sensación que está sucediendo algo
extraño, notamos una leve variación en la atmósfera, un ligerísimo
malestar que nos provoca enseguida un sentimiento de fastidio. Ya ha
pasado todo. La energía ya se ha ido, el Vampiro ha tenido su "dosis".
¿Cómo ha podido suceder así, en un segundo? Como la picada de un
mosquito, en un momento la sangre se ha ido. La explicación es muy simple:
esa persona, por un instante, nos ha privado de nuestra dignidad humana.
Ha decidido que las leyes de la más elemental educación podían ser
derogadas y se ha nutrido de la gota de sangre que cae de la pequeña
herida en nuestra dignidad.
Y sin embargo la privación de dignidad funciona siempre, porque es un
dato objetivo, un hecho. El Vampiro es un ser muy potente porque ha
entendido esto mecanismo: basta negar a los hombres su dignidad, y la
alimentación energética estará asegurada. De hecho, la víctima no
tiene ninguna posibilidad de evitar el "robo". En el futuro
podrá decidir no saludar a esa persona, pero el Vampiro lo esperará:
aceptará como un regalo imprevisto un posible nuevo saludo (al cual no
responderá), pero seguramente no sufrirá si esto no sucede. La suya es
una trampa cobarde, que debe funcionar, que no deja escapar a quien ha
sido amable con él. Y para que esto suceda, basta una sola vez.
En alguna circunstancia especial, la victima, además de meditar
futuras contra negaciones del saludo, tiene la posibilidad, bastantes
escasa, de hacer que se le "desagrave" el daño sufrido. O si se
queda allí y acepta con sumisión lo que ha pasado, o quizá reaccione
con superioridad pensando "Y a mí que me importa el saludo de ese!!!",
esto entra en la lógica del Vampiro, según la cual los hombres no son
iguales: o uno de los dos se siente superior al otro y el otro lo acepta,
o los dos se sienten superiores y se desprecian mutuamente. Este es el
reino del Vampiro.
Naturalmente, hemos usado un ejemplo, muy especial, en el cual una
verdadera persecución vampírica no se ha llegado a activar y la víctima
es objeto de una acción casi inocua. Una picada de mosquito, por así
decirlo. Pero desde este punto se podrá desarrollar una vasta y dolorosa
casuística de agresiones, con las cuales vivimos cada día.
La negación de la dignidad - un tema presente en todos los relatos de
Mario Corte y al cual volveremos otras veces -, justamente porque
empuja al prójimo hacia condiciones de humillación impuesta o de
superioridad forzada, es un pequeño crimen contra la humanidad y contra
la única e incontrovertible verdad, religiosa y laica, que existe sobre
la tierra: que los hombres son todos iguales.