
|
|
La "caza al inocente" por parte del Vampiro
El Vampiro siempre es plenamente responsable de lo que hace y cuando
lanza sus ataques, no se puede encontrar en él rastro de inocencia; al
revés, se le reconoce fácilmente porque su agresión va siempre dirigida
contra un inocente, o contra alguien que, en una circunstancia especial,
es más inocente que él. Nunca contra un verdadero culpable. Según un
Vampiro, es justo mostrar una gran tolerancia contra los culpables, pero
ninguna piedad con los inocentes, que deben pagar la culpa de ser "demasiado
buenos", de no conseguir entrar en el círculo de los listos. El
Vampiro no quiere combatir contra los poderosos de la tierra (al revés,
si acaso los admira y les hace la corte), sino que intenta por el
contrario aniquilar a las mejores personas, las que se sienten confiadas
en la vida y no en algún círculo o sistema de poder, las que creen que
no necesitan muletas porque ya tienen en sí mismas la energía necesaria
para tirar hacia delante y cambiar el mundo. En un cierto sentido, se
puede decir que el Vampiro se reconoce por su inconfundible tendencia a
asumir la tarea de "estrangular a los mejores en la cuna".

Vampirismo y violencia
No se debe confundir el vampirismo con la violencia destructiva. Como
ya hemos anticipado arriba, los dos tienen objetivos totalmente diferentes.
La violencia bruta tiende a la aniquilación del adversario, que debe ser
reducido a la inmovilidad (y, a menudo, a la muerte física) porque su
existencia supone un obstáculo para cumplir un fin. La violencia homicida
aniquila al marido que se interpone entre el amante y la mujer codiciada,
el cajero o el guardia jurado que suponen un obstáculo para llegar hasta
la caja fuerte, o el pequeño pueblo neutral que se ve invadido y saqueado
por un ejercito que va a conquistar otro pueblo que nada tiene que ver con
este.
Se puede afirmar que la violencia física y el vampirismo son
materiales hechos para integrarse recíprocamente sin que ninguno de los
dos sustraiga potencia al otro: de hecho, la brutalidad, la vejación
física, la ley del más fuerte, pueden usar el vampirismo como medio de preparación a su irrupción en el lugar de la acción y
para aniquilar a la víctima; pero a menudo sucede lo contrario: es la
violencia que sirve como medio de preparación a la agresión vampírica
propiamente dicha, que es siempre un fin en sí misma, porque no tiene
como objetivo la aniquilación del contrario, sino su uso como fuente
energética. Si el Vampiro se ve obligado a eliminar a alguien, lo hará
humillando a su víctima hasta el final, quitándole sus últimos residuos
de dignidad. A un simple criminal puede que no le interesen estos aspectos,
pero un Vampiro siempre estará interesado en ellos.
En el pasado de la humanidad, la violencia era la ley. Ahora que el
conocimiento moral del hombre condena y combate la violencia, la lucha
contra ésta acapara nuestra preocupada atención, dejando un gran margen
de maniobra al vampirismo, que no es tan fácilmente identificable ni
mucho menos contrastado. De hecho, la violencia es algo concreto: o la hay
o no la hay; el vampirismo es subterráneo, opinable, manipula energías
que no somos capaces de ver. Por eso, al tratar, con razón, la violencia
como la primera de todas las amenazas sociales, acabamos por dejar, sin
que podamos poner remedio, espacio suficiente a la difusión del
vampirismo.
PÁGINA
INICIAL CAV - INICIO
SECCIÓN - ADELANTE
|
 |