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Bloqueo mental y tendencia a llevar a cabo acciones
contra los propios intereses
Generalmente, el bloqueo mental se produce en las víctimas del Vampiro
en el momento en que éste descarga el ataque final que le asegurará el
"premio energético " que codicia.
Todos podemos recordar esas ocasiones cuando, en contra de nuestra
voluntad, hemos vivido la absurda e indeseada situación de encontrarnos
con un objeto en las manos que no queríamos comprar de ninguna manera y
que no sabemos porqué hemos comprado. Por otra parte podemos imaginar
qué ha pasado: un Vampiro pequeño, pequeño, y sin embargo un Vampiro.
Mientras dábamos vueltas en una tienda, o en un mercado, o en una feria,
alguien nos ha parado, y prácticamente nos ha capturado físicamente,
alguien que recita una fórmula mágica: "¿Qué es exactamente lo
que quiere?" o "¿Ha oído hablar de XYZ?" o "Entre un
momento - sin ningún tipo de compromiso - no se asuste, al revés
acomódese, siéntese un momento". Una conversación que nosotros
establecemos contra nuestra voluntad, un interés falso demostrado hacia
una propuesta (casi siempre para no ofender al interlocutor), la mordaz
nostalgia de cuando - pocos minutos antes - éramos felices y podíamos
hacer lo que queríamos con total libertad… Después el paquete cerrado
de un producto que abren para nosotros a propósito, o quizá algunas
inquietantes hojas de papel y un bolígrafo en la mano para firmarlas, o
una calculadora que trabaja mientras nos meten el producto en una bolsa…
La suerte está echada. De esos breves pero interminables momentos
recordaremos sólo un persistente e inexplicable bloqueo mental.
¿Y no es el mismo bloqueo mental que nos golpea cuando alguien nos
para por la calle para pedirnos un poco de dinero para esta o esa campaña
a favor o en contra de algo o alguien, presentándonos en dos palabras
problemas de gran importancia política, social, o moral? Mientras nuestra
mente se ve bloqueada, esos argumentos importantes, en los que sería
necesario profundizar, que requieren diálogo, información y sensibilidad
civil, se liquidan en un slogan publicitario, acompañando todos estos con
la solicitud de decidirnos rápido, sin reflexionar. Y así es como vemos
que sale de nuestros bolsillos una pequeña e insignificante aportación
que no nos hará, desde luego, más pobres. Pero ¿una aportación para
qué?
Cuando alguien, con pinta de vendedor de batidoras nos para por la
calle y nos hace preguntas que ofenden nuestra inteligencia, como "¿Usted
está a favor o en contra de la droga?", o "¿Usted está de
acuerdo con el paro?" o "¿A usted le parece bien que los
jóvenes se dediquen a robar?", debemos estar preparados para
responder con preguntas que hagan que reluzca la absurdidad de las mismas,
por ejemplo: "¿Usted está a favor o en contra del infarto?" o
"¿Está de acuerdo con los accidentes de carretera?" o incluso
"¿A usted le parece bien que exista la muerte?". Y, al
contrario, nos golpea aquel bloqueo mental delante de un acercamiento tan
impudente e irracional, que nos hace pensar que en el fondo basta muy poco
para hacer felices a estos personajes; y entonces abrimos la cartera y
financiemos pequeños embrollos que no tienen nada que ver con los grandes
problemas que nos han nombrado. Y lo que es aún peor, de esta manera
ofendemos el compromiso civil y la desinteresada honestidad de las
numerosas personas que, por profesión o como voluntarios, se ocupan real,
y seriamente, del paro, de la droga y de los jóvenes que han decidido
tomar el camino del crimen.
En el relato Samuel Serrandi, que ya hemos citado y que se puede
encontrar en la página 137 del libro Vampiros
energéticos, cuando Luigi
Limandi, la
víctima de Serrandi, vendedor de falsas enciclopedias en CD-Rom, se
encuentra delante de los documentos que le condenarán a pagar enormes
cifras por una vil trampa (y que al final llegarán a costarle la vida),
se ve invadido por el bloqueo mental que siempre acompaña las fases
cruciales de un asalto vampírico. (Ir al texto Italiano,
Inglés
o Francés.)

Alteraciones psicológicas y físicas en los niños presas de Vampiros
La más cobarde de las agresiones vampíricas, la que lleva a cabo
contra los niños, puede determinar daños psicológicos que repercutirán
todo su universo de decisiones, acciones e iniciativas futuras.
Un niño que sufre de chantaje afectivo por un padre-Vampiro que le
niega cualquier dignidad y que impone siempre el propio poder, se arriesga
a perder el contacto con la realidad y a convertirse fácilmente en la
presa de cualquier persona que quiera imponerle sus propios puntos de
vista con prepotencia.
Una niña con una madre-Vampiro que quiera acaparar toda la atención
para ella solamente y que quiera desprestigiar a ojos de sus hijos la
figura del padre, puede llegar a tener graves dificultades para entablar
relaciones sanas y equilibradas con el otro sexo, ya que caerá en la
tendencia de infravalorarlo e idolatrarlo a la vez, ya que por una parte
se ha visto obligada a despreciar al padre (o sea, el primer hombre
importante de su vida) y por otra ha seguido amándolo siempre, en secreto
y con una sensación que está haciendo algo prohibido e ilícito, que se
reflejará posteriormente en todas sus elecciones sentimentales.
Naturalmente esto sucederá también con sexos invertidos (padre-Vampiro
que infravalora la madre delante de los ojos de un niño).
Un padre-Vampiro que, incapaz de amar un hijo como quiere a otro,
decide enmascarar el propio desinterés por el hijo menos amado
reservándole un trato hiper-protectivo con importantes ramalazos de
conmiseración, puede llegar a determinar en éste último la tendencia a
mantenerse durante toda la vida como una persona incapaz estructuralmente,
llena de extrañezas y frustraciones y necesidad de atenciones sin fin.
El relato La 1100 Belvedere, evidencia otros dos aspectos de la agresión
vampírica en lo que respecta al daño que puede ocasionar a los niños.
En el Centro del relato está la vicisitud de un niño que, culpable de
haber descubierto un secreto familiar que no debía ser desvelado, se ve
brutalmente privado de una dignidad de la que antes podía disfrutar y
confinado en una dimensión de "extrañeza" y de permanente
descrédito, para hacer increíbles sus "fantasiosas"
afirmaciones. Esto provoca en el niño, además de una serie de
alteraciones de las características somáticas y del comportamiento, una
recurrente y humillante alteración digestiva que se manifiesta siempre en
presencia del personaje-clave del secreto, el doctor Maggi. (Ir al
texto Italiano, Inglés o Francés.)
El padre-Vampiro (o en cualquier caso el pariente-Vampiro, el
profesor-Vampiro, la niñera-Vampiro, resumiendo una autoridad
afectiva-Vampiro) no consigue comprender que los niños no son objetos
adquiridos o alquilados o obtenidos en un concurso al que acude cualquier
persona, sino que son seres libres, inocentes y sin duda alguna mucho más
dignos y divinos que nosotros, los adultos; seres que nos han hecho el
inmenso honor de venir a visitarnos, pidiéndonos sólo ser criados,
amados y que se les ayude a vivir dignamente. No importa la idea,
religiosa o laica, que se profese, no se no podrá aceptar que los
inocentes son los más sacros entre los seres de la tierra y que su
frágil condición se debe proteger y defender de todas las maneras del
peligro y los predadores. Estar de acuerdo en este punto representa un
buen punto de partida para crear un frente común contra el Vampirismo.

Placer de la condescendencia
La tendencia auto lesiva a complacer un Vampiro se repite en todos los
posibles esquemas de agresión. La presencia invasiva del Vampiro, su
carga negativa, su hambre de sangre, su hálito desagradable y ávido, son
factores psicológicos tan pesados y nauseantes de sostener que a menudo
no se puede hacer otra cosa que intentar atenuarlos a través de su
transmutación en una especie de placer. Un placer masoquista, obviamente,
que a veces incluso toma los visos de una especie de honor por el hecho de
haber sido escogidos como víctimas.
Este increíble resultado de la agresión vampírica puede tener
relación tanto con las dimensiones afectivas como con las relaciones
profesionales, de negocios, o políticas. A muchas personas les ha
sucedido al menos una vez que se han encontrado delante de una persona de
una honestidad que a menudo se ha puesto en duda, pero rodeada por una
aureola de poder, y han probado al mismo tiempo un sentimiento de
repugnante extrañeza y de increíble disponibilidad a complacerlo de
cualquier manera. Su necesidad de dominar a los otros emana de él como un
olor. Alterna actitudes para hacer sentir a las personas a su alrededor
una nulidad absoluta en comparación a él mismo, con otros más afables y
aparentemente humanos. Estos últimos completan la captura. Basta una
sonrisa suya, un gesto de amistad, de confianza para hacernos sentir una
emoción ajena, misteriosa, que nos impulsará a asumir actitudes y a
llevar a cabo actos para llegar a una total condescendencia en sus
relaciones. Complacerlo será para nosotros el más grande de los honores.
Que él sea un Vampiro-jefe de oficina, dirigente de una empresa,
hombre político, jefe de una junta militar que acaba de tomar el poder en
un golpe de estado, tío potente que puede conseguirnos una recomendación
, jefecillo del barrio, de la calle o del bar, jefe-ultra que organiza
peleas en el estadio o hombre que quiere ampliar su colección de mujeres
que se ha llevado a la cama, todo esto no tiene importancia. Delante del
Vampiro nuestras más bellas ideas y nuestros valores humanos, civiles y
políticos se arriesgan a naufragar en un pantano del cual no será fácil
salir sin recurrir a acrobacias morales para poder seguir mirándonos en
el espejo.
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