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El uso estratégico del hándicap por parte del Vampiro
En el relato La excavadora, que se puede encontrar en la página
109 del libro Vampiros
energéticos, un profesor de Diseño de instituto, Gerardo
Accardo, además de tener defectos mucho más graves que se desvelan a lo
largo de la historia, tiene también poca destreza en el uso correcto de
la lengua italiana. Nada grave, al fin y al cabo: es un profesor de
Diseño, no de letras. Pero su problema es otro: el uso estratégico que
él hace, instintivamente e involuntariamente, de sus equivocaciones. (Ir
al texto Italiano, Inglés o Francés.)
"... por esa misma diabólica mezcla de temor y piedad que todo
buen déspota es capaz de suscitar en las conciencias inciertas…".
Este es uno de los rasgos distintivos del Vampiro: se presenta con un
ligero hándicap, un defecto casi imperceptible en el modo de hablar o de
reaccionar o de comportarse. Este hándicap se añade a nuestro natural
respeto humano, y en este caso, al temor a la autoridad, una especie de
piedad que nos empuja a erigirnos en defensa del portador del hándicap,
como si éste fuese un hándicap físico, a través del cual probar,
justamente, solidariedad o compasión. Pero no se trata de un hándicap
físico: el profesor, en este caso, tiene todas las posibilidades de
corregirlo. Ni su obstinación en caer en ese error tiene nada que ver con
la aceptable, digna ignorancia de quien realmente no tiene manera de
mejorar su lenguaje: no trabaja ni de carretero ni de excavador; es un
hombre evolucionado, un profesor, que frecuenta los colegas de letras, lee
los diarios, escucha la radio y ve la televisión. Y sin embargo, se queda
anclado en su error. Su instinto le sugiere que justamente "ese
evidente defecto que no llegaba plenamente a la conciencia de nadie"
le asegurará una atención especial, casi hipnótica, por parte de la
audiencia de estudiantes. Y en el momento justo la clase estará preparada
a ponerse de su parte, no sólo porque lo considera una "autoridad
buena", sino por una especie de "pacto de solidariedad"
hacia su presunto hándicap.
La potencia del uso táctico del hándicap se pone de manifiesto de
modo increíble en el relato Samuel Serrandi, que se puede
encontrar en la página 137 del libro Vampiros
energéticos, el vendedor de falsas enciclopedias
multimedia en CD-Rom, es el prototipo del mentiroso total, que manipula la
realidad para su propia ventaja. Habla, habla, habla continuamente,
sumergiendo al interlocutor en su cháchara interminable para vencer
cualquier resistencia y endosarles sus engaños. Serrandi no quiere que
sus mentiras sean creídas; al revés, en su ritual de abuso, casi le
conviene que el cliente comprenda que él es un mentiroso. La cosa
fundamental es transmitir la sustancia del propio hándicap, el de ser un
personaje totalmente inmoral y completamente deshumanizado, dedicado
únicamente a embaucar al prójimo. Presume de tener "dos
licenciaturas, casi tres", alaba la solidez y el buen nombre de su
empresa, que naturalmente nadie ha oído nombrar antes, y ofrece como
garantía a sus clientes, para que suscriban un abonamiento
multimillonario para los siguientes doce años, una póliza aseguradora
"Lois/Delondra". Declara que trabaja sólo en interés de sus
clientes y naturalmente les avisa de la posibilidad de perder esta grande
oferta especial. (Ir al texto Italiano,
Inglés o
Francés.)
Cuando finalmente Serrandi se encuentra con Massimo, un cliente
aguerrido y decidido a poner los puntos sobre las íes (el lío de
serrandi ha provocado el suicidio de Luigi, el mejor amigo de Massimo),
viene a saber que Massimo, en el pasado, se había dedicado por trabajo a
una investigación sobre las técnicas de persuasión usadas por
personajes como él, llegando a conclusiones psicológicas desconcertantes.
He aquí una parte del discurso que Massimo hace a Serrandi para
explicarle los resultados de encuesta que había hecho. (Como inciso,
Massimo, según un costumbre típico de Mario Corte, es un personaje
que aparece en otros relatos, como El administrador, del cual ya
hemos citado algunos fragmentos.) (Ir al texto Italiano,
Inglés o
Francés.)
Naturalmente Serrandi no entiende nada, o mejor dicho, no quiere
entender. No puede admitir lo que ya sabe perfectamente: que es justamente
la piedad que despierta su hándicap (una mortal mezcla formada por su
total deshumanización y el uso sistemático de la mentira) lo que le
asegura sus éxitos. Pero Massimo va más allá, consiguiendo obligar a
Serrandi a firmar una "liberatoria" en la cual su perverso
artificio psicológico se desvela sin piedad. (Ir al texto Italiano,
Inglés o Francés.)

La usurpación del tiempo de otros por parte del Vampiro
Una de las modalidades típicas de acercamiento del Vampiro consiste en
sustraer a su víctima del tiempo que ésta quería usar de un modo
diverso. Para obtener el tiempo de otros a menudo el Vampiro recurre
pequeños actos de mala educación, importunando al prójimo para sondear
la disponibilidad de cesión de energía.
¿Cuantas veces nos ha sucedido que nos hemos encontrado a alguien, que
inesperadamente, en la parada del autobús o en cualquier otro lugar
público, nos dirige la palabra como si nos conociese o enseguida empieza
a explicarnos sus puntos de vista, casi siempre negativos y resentidos,
sobre algo o alguien?. Normalmente se trata simplemente de una persona que
necesita hablar, desahogarse, encontrar un auditorio que escuche sus
quejas contra el gobierno, el ayuntamiento o los transportes urbanos, o
los jóvenes de hoy en día. Un personaje inocuo, desde luego. Pero,
fíjate qué casualidad, un personaje que normalmente tiene algo rígido y
perentorio a demostrar, que tiene una escasísima disponibilidad a hablar
con sus iguales, y que enseguida nos pedirá una adhesión incondicional,
sin ninguna crítica posible, a su punto de vista, condicionando su
aprobación de nosotros al grado de afinidad que nuestras opiniones tengan
con las suyas. No importa qué dirección política tengan sus ideas,
simplemente esperará que estemos de acuerdo con él soto pena de
desvalorizarnos. Así pues, su objetivo es obtener nuestra atención, pero
no para dialogar, sino para que le confirmemos lo que él dice.
Es una trampa perfecta, ya que nos deja sólo dos posibilidades: darle
la razón, porque es más cómodo o porque no cuesta nada, comenzando a
refunfuñar con él contra alguna persona o institución, o embarcarse en
una discusión imposible con un personaje que tiene una tesis preconcebida,
y por ello, indiscutible.
¿Así pues, la pregunta que nos debemos hacer es: porqué, mientras
estoy metido dentro de mis pensamientos y mis preocupaciones, mientras
estoy a punto de empezar una fatigosa jornada de trabajo, mientras voy a
pagar mis impuestos o mis deudas, mientras voy al funeral de un amigo,
debe prestarme a hacer de público en el espectáculo de este personaje,
consagrándole mi tiempo?
Para no hablar de los acercamientos a los que ya nos hemos referido a
propósito de los síntomas de agresión vampírica. ¿Cuántas veces nos
ha sucedido que hemos respondido al teléfono, y hemos oído en la otra
parte del hilo telefónico alguien que están haciendo un "sondeo"
o que nos quiere "hacer una entrevista", para descubrir al final
de la entrevista que acabamos de suscribir el abonamiento a cualquier
revista, que un representante vendrá hoy a visitarnos a casa para
vendernos alguna cosa? O alguien nos para por la calle, uno de los
personajes que hemos presentado en la sección anterior y nos interpela
diciendo: "¿Puedo robarle un momento de su tiempo?". La
respuesta es no: el tiempo no se roba, si acaso se comparte libremente con
quien nos apetece, por el puro placer de compartirlo, o por una necesidad
real. Pero una elección libre o una necesidad real son cosas muy
diferentes a la adhesión a una solicitud táctica, hecha para obtener
ventajas, ya sean psicológicas o prácticas.
El tiempo es un regalo personal, y precioso, que recibimos cuando
nacemos, cuando entramos en una dimensión diferente a la eternidad,
modulada y caracterizada justamente por la existencia de una
disponibilidad de tiempo no ilimitada; es un regalo que se usa con
delicadeza y respeto, y que se comparte con quien sabe respetarlo. El robo
del tiempo de otros diseña siempre los tratos del Vampiro. Quizá un
Vampiro casi inocuo, que se contenta con módicas cantidades de tiempo y
de energía. Picadas de mosquito. Y sin embargo alguien que no puede
evitar intentar manipular el tiempo de otras personas.
En el relato El administrador, que se puede encontrar en la página
97 del libro Vampiros
energéticos, Massimo, el
protagonista, se ve bloqueado casi cada día, mientras sale para ir a
trabajar, por el portero, que lo entretiene con verdaderos "editoriales"
sobre los hechos que han sucedido ese día. (Ir al texto Italiano,
Inglés o Francés.)
La cosa se complica cuando el portero, como ya hemos visto, pretende
alternar circunstancias en las cuales divierte bloqueando a Massimo
entreteniéndolo con sus sermones y otras en las cuales, creyendo que
complace al administrador del establecimiento (el cual no saluda nunca a
Massimo), se permite incluso negar el saludo a Massimo. (Ir al texto Italiano,
Inglés o Francés.)
En otro relato, Samuel
Serrandi, el ya conocido vendedor de falsas enciclopedias multimedia
en CD Rom, como hemos subrayado, usa la técnica de sumergir al
interlocutor en su cháchara interminable. Antes de dar sus golpes,
timándoles con la firma de un contrato-trampa, vence su resistencia con
la manipulación sin piedad del tiempo, alternando la empalagosa
promoción promocional de su producto con argumentos totalmente extraños
a aquel en cuestión. (Ir al texto Italiano,
Inglés o
Francés.)
No contento con esto, antes de dar el golpe de gracia a su cliente,
vuelve a divagar, infligiéndoles el perfil de su viejo profesor de
instituto. (Ir al texto Italiano, Inglés o
Francés.)
Cuando por fin pasa a concluir el negocio, el cliente estará ya
extenuado de tanta cháchara, intoxicado por toda aquella pérdida de
tiempo, y no verá el momento de liberarse de aquel invasor cediendo a sus
enredos a cualquier precio.
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